La fisioterapia es una disciplina sanitaria que incluye multitud de técnicas, destacando las terapias manuales. Dentro de éstas, a muchos pacientes les resulta especialmente interesante la Inducción Miofascial; por su método de aplicación y sus sorprendentes resultados.
Para entenderlo, es necesario que primero expliquemos qué es la fascia. La fascia es un tejido maleable y muy elástico que se encuentra perfectamente dispuesto por todo el organismo; desde el cráneo hasta el último dedo del pie, envolviendo cada órgano, cada hueso y cada músculo. Haciendo una tímida comparativa, podríamos decir que es una red flexible similar a las telas de araña. Además de sus características físicas, destaca por su sensibilidad química a las lesiones; siendo la principal afectada en procesos inflamatorios y rupturas de tejidos. El cuerpo produce proteínas de respuesta y estas con el tiempo generan toxinas, además de suceder una disminución del flujo sanguíneo y oxígeno en la zona. Si la fascia se ve afectada por una lesión, su respuesta será la contracción e irritación. Finalmente, todos los tejidos próximos (músculos, ligamentos, tendones, nervios, órganos…) se ven comprometidos. Muchas veces esta es la causa de que un paciente refiera un dolor difuso, inespecífico; que cambia según el momento del día.
Las terapias miofasciales tienen como objetivo recuperar la condición flexible de la fascia y actuar sobre su estado inflamatorio. Así los tejidos contiguos también mejoran su estado general (flexibilidad, tensión e inflamación). Además, estudios recientes han demostrado que facilita la disminución del ritmo cardíaco y respiratorio (ayudando a la relajación general) y estimulan los procesos antiinflamatorios y de recuperación.
La aplicación de la técnica requiere de un entorno tranquilo y una disposición muy relajada por parte del paciente. El fisioterapeuta toma con ambas manos y una baja presión la zona afectada, para luego mantener esta toma durante unos segundos. Después de un periodo de acomodo, el fisioterapeuta comienza a realizar movimientos muy lentos y progresivamente más amplios; hasta alcanzar maniobras y torsiones importantes. Los pacientes acostumbran a sorprenderse por la elasticidad que se ganan en pocos segundos y sin ningún tipo de dolor.
Una vez finalizada la técnica -suele durar varios minutos- los pacientes suelen referir sensación de relajación y pesadez en la zona, prueba de que la maniobra ha dado resultado.
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